ENSAYO ARGUMENTATIVO



SOMOS PARTE DE LA CIUDADANÍA DEL MUNDO

Ciudadano es toda aquella persona que tiene con el estado un vínculo jurídico, político y anímico, es decir, quien es miembro activo de un estado. Sin embargo, viendo el trasfondo del significado, nos damos cuenta que ser ciudadanos es más que eso. Ser ciudadano es sentirse parte de una estructura social y política y sobre todo es asumir responsabilidades y obligaciones en la construcción de una sociedad. Ser ciudadano te da un poder maravilloso y que pocas personas saben aprovechar, ese poder es aquella facultad de poder realizar actividades con plena autonomía, tomando decisiones responsables en el contexto social en el cual te encuentres. Así mismo es tener aquella capacidad para asumir obligaciones frente a la sociedad en diversos ámbitos, uno de ellos y muy importante es el político, dándote el privilegio de esta forma de ser parte de un núcleo social en el cual tú tienes participación. (Delgado Ruiz, 2014)

Un buen ciudadano es el que colabora con los demás, cumple las normas justas y es pacífico. Además, es educado, responsable, honrado, justo y solidario. La educación es necesaria para que la convivencia sea más agradable. Debemos ser excelentes ciudadanos pues es nuestra imagen como personas, de hecho, en ella reflejamos lo que somos. Si tenemos buenas costumbres, si respetamos las normas, si tenemos una buena educación, si respetamos nuestro entorno y nos respetamos, asimismo, si respetamos la fauna, el medio ambiente nuestro habitad, nuestra casa nuestro hogar el medio en que nos transportamos no arrojando basura en lugares no adecuados. Respetando y cumpliendo las normas de los sitios a los que frecuentamos.

Sentirse "ciudadano del mundo" es una identidad natural vivida por muchas personas. Sin embargo, considerarse ciudadano del mundo implica, al menos si se reflexiona sobre ello, que el "mundo" existe en cuanto entidad política basada en la democracia, y que sirve de justificación a esa ciudadanía. Después de la segunda guerra mundial, numerosas personas sintieron la necesidad de ese nivel supranacional y confiaron en que la ONU se construiría partiendo de ese concepto. Desgraciadamente, la ONU se instituyó sobre una base internacional quedando condenada por ello a numerosas incapacidades: más de 200 conflictos internacionales que no ha podido evitar, centenares de millones de personas que han perdido la vida en condiciones inhumanas. La guerra, pero además el hambre, la malnutrición y enfermedades que se habrían podido evitar; y todavía hay que añadir el despilfarro de materias primas (¡el esfuerzo de guerra, la competencia admitida como fundamento de la economía...!) , la contaminación grave de los espacios comunes de la humanidad: el mar, los fondos marinos, el aire, y muchos otros problemas. Los países signatarios pueden denunciar en cualquier momento los acuerdos internacionales que por ello no tienen verdaderas garantías de aplicación. (Durand, 2018)

El mundo en el que vivimos se caracteriza por un aumento de las conexiones entre personas procedentes de diferentes puntos del planeta. Mientras algunos viajan de un país a otro con sus visados y pasaportes, otros se instalan en nuevos destinos de forma ilegal al tiempo que otras personas descubren lugares lejanos a través de una amplia gama de medios de comunicación. En este contexto, muchos individuos están cuestionando su manera de situarse en el mundo y están reivindicando una identidad cosmopolita. En esta situación de movimiento, en este estar de aquí para allá, resulta importante preguntarse si estas personas alcanzan o no un sentimiento de pertenencia al territorio en el que están, si siguen sintiéndose parte del que se fueron, o si buscan sentirse parte de aquel al que irán. (Ruiz, 2017)

El autor Zygmunt Bauman afirma que actualmente vivimos en una era a la que denomina posmodernidad líquida e insiste en que en ella el sentido del compromiso respecto al otro como con la sociedad en su conjunto quedó atrás. Afirma que la inseguridad que esto nos produce nos lleva a la movilidad y está a la autonomía, convirtiendo la dependencia a una ciudad, un trabajo e incluso a los afectos en una esclavitud de la que debemos escapar. (Bauman, 2011)

Ante la pregunta “¿de dónde eres?” muchos aceptaban que la respuesta más adecuada es decir el lugar en el que nacieron mientras que otros han aprendido a gestionar sus identidades en función del contexto y de con quién se interactúa eligiendo aquella que más les conviniese. A pesar de que en este momento haya muchísimas personas en movimiento alrededor del mundo, es importante destacar que las razones de dicha movilidad pueden ser muy diversas. Mientras unos viajan en busca de nuevas experiencias, para escapar de la rutina o para conocer otras culturas, otros se mueven por la búsqueda de una calidad de vida mejor, para encontrar un trabajo con salarios más altos, para poder enviar remesas a su familia de origen, etc. Al mismo tiempo, existen también personas que huyen de sus países para refugiarse, trabajadores que viajan constantemente por motivos laborales o estudiantes que acuden a universidades en el extranjero persiguiendo una formación mejor, aprender idiomas, etc.

Las relaciones que surgen de los encuentros entre personas de diferentes orígenes siempre han provocado en mí un gran interés. Considero que, en muchas ocasiones, cuando se establece una interacción con el “otro” basada en el diálogo y el entendimiento mutuo, surge de forma espontánea un cuestionamiento del “yo”. Es decir que, al mismo tiempo que se conoce al extranjero y se superan los estereotipos que habitualmente le son asignados, se ponen en cuestión los valores culturales propios y se produce un mayor reconocimiento ante la diversidad.

No se puede olvidar, sin embargo, que por mucho que cada quien quiera identificarse a su manera, la sociedad también nos identifica en basa a sus criterios y, algunas personas, por sus rasgos físicos, su acento, forma de vestir, etc., tienen más limitaciones a la hora de moldear su identidad frente a la sociedad que les observa. Se demuestra así que somos las propias personas las que reforzamos las fronteras a través de los estereotipos. Lo positivo de ello es que, por consiguiente, somos nosotras las que podemos romperlas. A través de varios de los testimonios de los entrevistados, se desprendía la idea de que, en el encuentro con personas de otras culturas, en ese cara a cara con “las diferencias”, las similitudes entre unos y otros ganan cada vez más fuerza y las fronteras culturales se van diluyendo. Muchos concluían que, al fin y al cabo, somos una gran familia, que tenemos las mismas necesidades y buscamos ser felices.



                                                                         






ANÁLISIS:

Una efectiva construcción de ciudadanía debe comenzar por mejorar la educación proporcionada al sector infantil, para que sean ciudadanos completos; que no sólo sepan sus derechos, sino también las obligaciones y toda la cultura política y de legalidad que implica ejercer activamente la ciudadanía. Es decir, ciudadanos que entiendan su rol más allá de la participación en los procesos electorales.

La ciudadanía acontece en la escuela, en la casa, en nuestro tiempo libre, en la vida política, en nuestra vida con los otros y las otras. Acontece también en nuestras relaciones de género, en cómo vivimos y convivimos con la diversidad de las personas que nos rodean, acontece en nosotros y nosotras, ya sea solos/as u organizados en los diversos grupos en que estamos insertados.

La ciudadanía viene siendo construida en nuestras tradiciones, en nuestra posibilidad de practicarlas, renegarlas o transformarlas. Viene siendo construida en nuestros movimientos y desplazamientos, que por veces nos llevan muy lejos, geográfica y emocionalmente, de nuestros sitios de origen. Solos, solas, o en compañía de familiares, amigos, conocidos, empleadores, tenemos que aprender cómo se vive y se construye la ciudadanía en los nuevos países, ciudades y barrios a los que llegamos, tenemos de reconocer la ciudadanía que trajimos y reaprender una nueva con los otros y otras con que ahora habitamos.

En este sentido, entendemos que el sistema educativo tiene una fuerte tarea en la educación para la ciudadanía, pero somos conscientes que esta cruza todos los ámbitos de nuestra vida, pues es un conjunto de acciones y de prácticas educativas orientadas a la transformación de nuestros valores y actitudes, nuestras formas de pensar, nuestras acciones y nuestras formas de relacionarnos con los otros y otras, para contribuir a la justicia, a la equidad social, a la conservación de los ecosistemas y al respeto de los Derechos Humanos en nuestro entorno inmediato o en cualquier lugar del planeta.


BIBLIOGRAFÍA

Bauman, Z. (2011). Cultura , terrtorio.
Delgado Ruiz, M. (2014). Globalización.
Durand, D. (2018). Ciudadanos del Mundo . Editorial .
Ruiz, D. (2017). Cosmopolitismo.


WEB-GRAFÍA

https://www.youtube.com/watch?v=T5EeNBz-FsY&t=100s

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